Diversidad Sexual 

Actualmente a escala nacional como internacional, la apelación y defensa de la diversidad sexual comienza a ser un lugar común en los discursos sociales y políticos; planteándose muchas veces desde una posición moral aséptica y de carácter despolitizado. Así la idea de la “diversidad sexual” o bien emerge sólo como una especie de fotografía social para aludir a la pluralidad de “opciones” sexuales presentes en la ciudadanía, omitiendo las desigualdades que se pueden producir en la articulación con otros factores como la clase, la etnia, la nacionalidad, la edad, entre otros (Sabsay, 2011); o se toma como bandera para algunas luchas identitarias posicionadas desde una defensa esencialista y generizada (Benhabib, 2006); o desde una forma estratégica para posicionar ciertos temas vinculados con derechos y desigualdades históricas (Romero Bachiller, García Dauder, & Bargueiras Martínez, 2005).

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Por lo tanto, nos encontramos con diferentes usos de la “diversidad sexual” en el campo social y educativo que no necesariamente plantean críticamente las dinámicas de poder y control que muchas veces subyacen a las diversas instancias de promoción social que se activan para la atención de los colectivos LGTBI. En este sentido, la pregunta onto-epistémica sobre las diferencias, parece desplazarse a partir de la noción de diversidad, cuestión que la hará inteligible, es decir gobernable (Gauché, 2014).

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Desde el Núcleo de Estudios Críticos de la Diversidad consideramos que se requiere posicionar una noción compleja sobre la diversidad sexual que pueda contribuir a examinar las diferentes dimensiones de la vida social y educativa que resultan distorsionadas cuando se adopta sólo una lectura o explicación a partir de un único eje de diferencia como es el sexo/género